LOS CABESTROS DE SAN FERMÍN

Vaya por delante que no ataco ni a las fiestas de San Fermín ni a su encierro, que tuve en su día el orgullo de haber corrido, como medio navarro que soy. Pero como todo lo que toca este sistema en el vivimos, las fiestas de San Fermín y su encierro, que adquirió gracias a Heminway una proyección internacional, se han llegado a masificar por su comercialización. El encierro, vieja costumbre que data de siglos y consistía en acompañar a los toros bien a caballo o a pie hasta la plaza (cuando ya existió) ha degenerado, en especial en sábado y domingos,  en una carrera masificada de gente que sin saber, y bebida, molesta a quienes de verdad dominan la carrera delante del toro sin molestarlo ni tocarlo en ningún momento, sólo desafiando a la suerte en esa corta carrera que repiten varias veces cada año. Nada que ver – y lo digo para que quede claro a los anti-taurinos (yo mismo los soy) – con una corrida de toros.

Las fiestas de San Fermín, o los sanfermines, tienen una antigüedad medieval, y corren el peligro de volver a esa época en lo que corresponde al comportamiento de algunos de los cabestros de dos patas, primates y machos hispanos cabríos, que pasados de alcohol, de vino y de lo que les echen a la boca, no dudan en comportarse como lo que de verdad son: unos auténticos asnos, machistas, y sin el mínimo de respeto ni de educación.

La plaza de Tharir en Egipto. El parecido con la de abajo va más allá

de la acumulación de la masa, pero el objetivo es muy diferente

Mientras que en la plaza de Tharir en Egipto, intentado una revolución, se han denunciado casos de acoso sexual a mujeres y aquí lo vemos como algo lejano que culturalmente nada tiene que ver con nosotros, en Pamplona, no intentando ninguna revolución, sino celebrando las fiestas de su muy santo patrono, (patrono de Navarra, no sólo de Pamplona)  hemos podido asistir a todo tipo de humillaciones y vejaciones de una serie de orangutanes salvajes y desbocados, sobre varias mujeres. Ocultos entre una masa borracha, esa panda de salidos babosos, y cobardes, aprovechaban la ocasión para ver si podían tocar carne, o terminar de arrancar la ropa a una mujer, seguro que sin pedir su permiso, todo ello, claro está escondido tras la máscara de la fiesta y la juerga, en la que todo está permitido y no se deben de sacar las cosas de quicio.

Pues sin sacarlas de quicio, no deja de ser una agresión en toda regla y a plena luz del día. Seguro que los machos que la estaban llevando a cabo, no hubieran permitido tal cosa a su novia o su mujer, ¡no, ellas son diferentes! ¡Todas merecen el mismo respeto!, pandilla de cretinos achispados. Los únicos que en ese momento no merecíais el más mínimo respeto eráis vosotros por vuestro comportamiento animal.

En La rebelión de las masas, Ortega y Gasset, define la estructura psicológica  del hombre-masa, como un hombre que no se valora a sí mismo y proclama el derecho a la vulgaridad. Sólo se preocupa de su bienestar y es insolidario con los demás. Aspira a vivir sin supeditarse a moral alguna.

Lo hemos visto reflejado en su máxima expresión estos días en Pamplona, libre de los complejos y las inhibiciones de las que el alcohol – y algunas otras sustancias – se encargan de quitar, en pleno patriarcado, ejerciendo su machismo sin límites, el muy católico,  realista,  patriótico,  fuerista,  y tradicionalista, hombre navarro.

El “chupinazo” desde el Ayuntamiento en la

abarrotada plaza del Castillo

Que pasados de farlopa,

una pandilla salvaje

precisada de forraje,

le quieran quitar la ropa

a una moza, es fineza

que da el no tener cabeza,

Que pongan como alegato

que no hay que sacar de quicio

cosas propias del bullicio

y no hay que ser tan pacato,

si con quien así operan

de su familia vinieran,

otro gallo cantaría

que pienso no gustaría.

Que amparados en la masa

la ropa le van quitando,

prácticamente arrancando,

tan solo por pura guasa,

es de ser descerebrado

y un medio hombre acomplejado.

Y no es hombre quien se esconde

sino aquel que da la cara

y siendo varón sin tara

de lo que ha hecho, responde,

que sin ser hombre cobarde

 de valiente no hace alarde.

Las manos de unos cuantos babosos se lanzan

sobre su presa sin darle opciones de escoger

Que quién así se divierte

ni es un hombre ni es persona,

sólo tiene una neurona

y ella sola le convierte

en un chimpancé bonobo,

mas menos mono y más bobo.

Que por mucho que has bebido

no has de perder la cabeza

cayendo en la bajeza

por simple hecho de ir salido,

que antes del codo empinar

se ha de aprender a orinar.

Que una mujer el respeto

igual que un hombre recibe

y si eso no se percibe,

es porque se es un cateto

o un anticuado machista

que en casa nunca rechista.

Que las fiestas son guapeza

y son para ser gozadas,

mas por personas calzadas

de los pies a la cabeza,

no para ningún cabestro,

que es del poeta, el estro.*

Imagen del encierro cuando no estaba

masificado por su comercialización

*Estro: inspiración del poeta o del artista.